Roces

Un simple roce te hace contener el aliento, durante un instante en que notas como el tiempo se frena mientras, en tu cabeza, una alarma silenciosa te arranca extrañas vibraciones que intentas comprender.
Dos piernas que se rozan son un momento del inicio de la serie de relatos Julia.

Mi mirada empezó a desviarse con demasiada frecuencia en dirección a sus piernas, cubiertas por unas medias negras trasparentes y unos calcetines negros hasta las rodillas. Cada vez que su rodilla entraban en contacto con mi muslo tardábamos más en separarse, hasta que un momento que ya no se separaron. Ahí comprendí que había llegado ese momento en que dos personas notan que se están tocando, el contacto se prolonga hasta que se hace permanente, y ambas esperan a ver quién es el primero en separarse, gesto delatará que ha prolongado el roce más allá de lo casual. Sin separar su pierna de la mía, Julia decidió romper aquel silencio cómplice.

– Tengo una colección de discos de la época que te gustaría. Cuando estudiaba en Madrid, los fui comprando en pequeñas tiendas de segunda mano. Nada que ver con esas horribles recopilaciones actuales. Me gustaría que los vieras, podemos ir ahora, vivo aquí al lado.

– ¿Sabes que si vamos a tu casa podemos acabar follando?

Por su gesto deduje que no se esperaba aquella respuesta, pero no tardó en reaccionar.

– Si, ya lo sé.

– ¿Es eso lo que quieres?

– No lo descarto.

Nuestras piernas seguían rozándose, ese punto de fricción era imprescindible para mantener aquella conversación con esa sinceridad.

– No eres una niña pero te doblo en edad

– Mira, no me voy a enamorar de ti, no me estoy vengando de mi madre, no soy ninguna pija caprichosa con complejo de Electra. Créeme, no suelo levantarme la falda con esta facilidad.

Se quedó mirándome en silencio, y siguió.

Momento del relato Creo que no me he equivocado

 

 

28 comentarios sobre “Roces

  1. No soy un entendido en literatura erótica como lo eres tú, así que me atrevo a pedirte una valoración sobre estas líneas que se me han ocurrido tras la lectura de algunos de tus soberbios trabajos. Gracias anticipadas.

    «Premura entre las manos, tus dedos me acarician. Diligencia de lenguas presurosas, apuro de los cuerpos que apremian los relojes. Roces precipitados por la prisa de acelerados pálpitos. Húmedo palpitar, chicoleo de labios temblorosos. Te acercas, me suspiras, te respiro en lúbrico rozar desordenado que lame, se relame, muerde, aprieta, se tensa y se destensa. Jugoso acariciar concupiscente rociado de saliva que me empapa… Golosa, sublimas de la savia tibia el néctar que impregna los abrazos. Líquido zarandear que se desborda al bies de tu cadera. Me espeso, te deslías, me arqueo, te estremeces… y en yugo que es ya nudo, nos ahogamos. Alegremente embisto y expedito domino en idas y venidas los deseos. Veloz, rápido, raudo, te impulso, te atosigo… de pie, contra los muros, te fulmino…»

    (Disculpea la escasa puntuación, las prisas …ya se sabe…) 🙂

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    1. Muchas gracias por tu comentario. Sobre lo que me preguntas, primero decirte que no soy ningún experto ni en literatura erótica ni de ningún tipo, nunca había escrito nada antes de este blog. Creo que el texto que me envías se aproxima más a la poesía que a la prosa o a la prosa poética, son pinceladas de sensaciones. Si lo has hecho deprisa está muy bien, si te quieres acercar a ese tipo de literatura yo buscaría un poco de musicalidad en las palabras. Espero haberte ayudado pero ya te digo soy un simple junta letras amateur. Gracias de nuevo por tus elogios. Un saludo

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    2. Muchísimas gracias por tu valiosa opinión. Desde luego que me ayuda –y mucho– a reflexionar sobre las dudas que surgen a la hora de enfrentarse a este difícil y esquivo género literario.
      Un cordial saludo y mi más sincera felicitación por tu más que interesante blog.

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